El proyecto define formas alternativas de producción urbana que existen al margen de los intereses del capital y potencian sectores urbanos profundamente arraigados en la ciudad pero considerados menores, subordinados u otros, como los barrios. La creación de una conexión entre estos espacios urbanos requiere la ampliación de los mapas mentales de la comunidad, que suelen comenzar con lo familiar y se expanden a través de la exploración activa de la ciudad, lo que ayuda a superar la fragmentación de la misma. Las comunidades participan en un proceso orgánico que promueve el descubrimiento, el reconocimiento y la creación de redes. Dibujan -mediante la presencia física y el diálogo- las huellas de lo que ya existe. Los escenarios en La Palomera, El Calvario y Colinas de Bello Monte en Caracas muestran las dinámicas en y entre vecindades y muestran cómo las comunidades se convierten en híbridos, sintetizando el conocimiento local y las experiencias prestadas.